La disciplina es una parte importante de la crianza de los hijos, pero a veces resulta difícil saber cuál es la forma correcta de disciplinar a un niño.
En el caso de los azotes, se han realizado numerosas investigaciones sobre lo que funciona y lo que no.
Un metaanálisis publicado en 2014 examinó 17 estudios sobre los azotes a niños de tres meses a siete años de edad y encontró que «no dio lugar a una mejora en el comportamiento del niño o el cumplimiento de las reglas de los padres.»
El estudio también encontró que los niños que fueron azotados tenían mayor agresión y comportamientos antisociales, así como problemas de salud mental y dificultades cognitivas más adelante en la vida.
El estudio, publicado en la revista Psychological Trauma: Theory, Research, Practice, and Policy, examinó 806 parejas de padres e hijos.
El estudio, publicado en la revista Psychological Trauma: Theory, Research, Practice and Policy, examinó 806 parejas de padres e hijos.
Se realizó en Estados Unidos con niños de entre 6 y 11 años que vivían con ambos progenitores, estaban casados y tenían al menos un hijo.
El estudio descubrió que los traumas paternos se asociaban a niveles más altos de problemas emocionales infantiles, como ansiedad y depresión.
Esta asociación era aún mayor cuando los padres experimentaban más de un acontecimiento traumático.
El estudio también halló una relación entre los traumas paternos y niveles más elevados de problemas de conducta en la infancia, incluido el comportamiento agresivo.
Esta relación era mayor cuando las madres sufrían traumas que cuando lo hacían los padres.
Un meta-análisis de 2014 de 17 estudios encontró que los niños que fueron azotados tenían mayor agresión y comportamientos antisociales, así como problemas de salud mental y dificultades cognitivas.
Los azotes son una forma de castigo que consiste en golpear al niño con un objeto o con la mano. No es eficaz y puede ser perjudicial.
Un metaanálisis de 2014 de 17 estudios descubrió que los niños azotados presentaban mayor agresividad y conductas antisociales, así como problemas de salud mental y dificultades cognitivas.
El análisis no encontró pruebas de efectos positivos en el comportamiento de los niños. Los padres que pegan a sus hijos pueden creer que les están enseñando a comportarse de determinada manera, pero las investigaciones demuestran que no es así.
Un metaanálisis de 2014 de 17 estudios descubrió que los niños que recibían azotes presentaban mayor agresividad y conductas antisociales, así como problemas de salud mental y dificultades cognitivas.
El análisis no encontró pruebas de efectos positivos en el comportamiento de los niños.
Los investigadores también encontraron «niveles más altos de calidez parental percibida entre los usuarios de castigos menos severos.»
Los investigadores también encontraron «niveles más altos de calidez parental percibida entre los usuarios de castigos menos severos».
En otras palabras, los padres que utilizaban castigos menos severos tenían niveles más altos de calidez parental percibida.
Esta relación se mantuvo independientemente de si los padres utilizaban castigos físicos o técnicas disciplinarias asociadas a resultados positivos.
Los investigadores concluyeron que «el uso de castigos físicos severos se asoció con niveles más bajos de calidez parental percibida, y este efecto fue independiente de la edad y el sexo del niño».
El estudio se publicó en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry.
El vínculo entre la calidez parental y los resultados positivos se mantuvo independientemente de si los padres utilizaban castigos físicos o técnicas de disciplina asociadas a resultados positivos.
La relación entre la calidez parental y los resultados positivos se mantuvo independientemente de si los padres utilizaban castigos físicos o técnicas disciplinarias asociadas a resultados positivos.
La calidez parental es un factor de protección frente a una serie de resultados negativos en el desarrollo, incluidos los problemas de interiorización como la ansiedad y la depresión, los problemas de exteriorización como el comportamiento agresivo, el fracaso escolar y la delincuencia (Stoolmiller et al., 1999).
Sin embargo, es importante señalar que estos resultados son correlacionales: sólo nos muestran que los estilos de crianza afectuosos están relacionados con mejores resultados en los niños; no prueban relaciones causa-efecto.
Varios estudios han examinado si existe una relación causal entre la calidez de los padres y los resultados de los hijos.
Algunos estudios han descubierto que proporcionar a los niños respuestas emocionales positivas en sus primeros años de vida puede, de hecho, provocar cambios en el cerebro que reduzcan el riesgo de desarrollar conductas antisociales (Caspi et al., 2006).
Nunca es una buena decisión disciplinar a un niño con un cinturón.
Cuando se trata de ser padres, no hay respuestas fáciles. Como padres, queremos que nuestros hijos sean felices y estén sanos, pero a veces sentimos que no tenemos ningún control sobre ellos.
No nos hacen caso cuando les decimos que no hagan algo; se pelean entre ellos todo el tiempo; se meten en líos en el colegio porque no se quedan quietos ni se concentran en su trabajo.
Y luego está el tema de los azotes con el cinturón: ¿debería usar el cinturón con su hijo? ¿O cualquier tipo de castigo físico?
He aquí por qué creo que no es una forma eficaz para los padres (ni para nadie) de disciplinar a los niños:
- Enseña a los niños que la violencia es aceptable para resolver problemas. Si pegas a otra persona con un cinturón porque se ha portado mal, tu hijo puede pensar que pegar a la gente también está bien, y esto puede llevarle por un feo camino hacia la agresividad y el comportamiento antisocial más adelante en su vida.
Conclusión
La investigación es clara: los cinturones no son una forma adecuada de disciplinar a los niños.
Pueden causar daños graves y tener consecuencias a largo plazo para la salud mental y las capacidades cognitivas del niño.
Si buscas métodos disciplinarios alternativos, prueba con el refuerzo positivo.
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